Todavía recuerdo la primera vez (porque siguen habiendo muchas) en que alguien me preguntó en tono sarcástico: “¿y a ti, de dónde te salió lo espiritual?”
La gente que siempre me pregunta eso es gente que me conoció en la infancia o la adolescencia y que cree que por haber aparecido en un capitulo de mi vida, conocen toda la historia. Y no es que me moleste que me hagan esas preguntas, es que tengo tanto que decir sobre este tema que, si me callo, me salen subtítulos.
Cuando trato de definir lo que es la espiritualidad para mí, mi primer impulso es decir lo que la espiritualidad no es, al menos no para mí. La espiritualidad no es meditar todos los días, no es ser vegano, ni ir a la iglesia o al templo, no es rezar, ni decretar, ni hablar con los ángeles, ni hacer yoga, ni ver “El Secreto” o leer a Abraham-Hicks. Todas esas cosas son herramientas que utilizamos para experimentarnos siendo más conscientes de la presencia de Dios, pero el hecho de que hagas o no hagas esas cosas, no define tu nivel de consciencia y, definitivamente, nadie puede juzgar tu relación con la divinidad en función de lo que haces, lo que lees o lo que predicas.
La espiritualidad es la consciencia de la presencia del espíritu, la presencia de Dios en ti y en tu vida, y estoy convencida de que hasta la persona más atea es espiritual porque, finalmente, la presencia de Dios es la presencia del amor y todos los seres humanos estamos buscando amar y ser amados, todos estamos buscando volver al amor que nos dio origen sin importar qué nombre le demos a ese amor.
Hay tanto mitos y mentiras relacionados con la espiritualidad, que creo que la mejor forma de explicar cómo vivir la espiritualidad es explicándote mi punto de vista sobre esos mitos, para que tú decidas qué es verdadero y qué es falso para ti:
• Hay personas espirituales y personas que no son espirituales
Falso. Hay personas que cultivan la consciencia de la presencia de Dios de formas más ritualistas, constantes y profundas, y hay otras que simplemente saben que Dios (o el amor, un poder superior o como quieras llamarlo) está ahí y que pueden acceder a Él cuando lo necesiten. He conocido personas que van a diario a la iglesia y, aún así, no logran creer que Dios no les ponga castigos ni condiciones. Igualmente he conocido personas (y tengo la dicha de vivir con una de ellas), que no va a la iglesia más que en los bautizos o las bodas, pero que el día que le pide algo a Dios o al universo, se le concede como por arte de magia.
La espiritualidad no se vive en función de lo que haces, sino de lo que eres, de lo que vibras, de lo que crees en el fondo de tu ser respecto a ti y a tu relación con el universo. El amor de un padre que se levanta a las 3 a.m. a abrazar a su hijo es un acto tan espiritual (tan consciente del amor) como el sentarse a cantar mantras durante días.
• Las personas espirituales no deben de enojarse
El simple hecho de escuchar esto me enoja. Mucha gente supone que porque eres un poquito más consciente de la presencia de Dios en ti y en tu vida, ya deberías de dominar el tema, de “poner la otra mejilla”, deberías de ser como un mueble (inerte, callado y adornando el espacio) mientras los demás juzgan, critican, agreden o hieren. En lo personal, me han llegado a decir que soy un fraude, que ¿cómo puedo predicar tanta tontería mientras en mi casa me enojo, grito, regaño, celo, hago drama y juzgo?
Con el tiempo he aprendido a responder esa pregunta de una forma sencilla pero poderosa: “Si yo soy como soy y a ti no te gusta cómo soy, ¿qué te hace pensar que el problema lo tengo yo?”
Y cuando eso no baste, puedes intentar con esta: “Yo no soy Jesús, soy una discípula, pero disto mucho de ser como el Maestro, así que, mientras no me vea, no me vista, no viva, no hable y no haga milagros como Jesús, tengo todo el derecho de ser tan humana, tan visceral y tan imperfecta como realmente soy”.
Tienes derecho a enojarte, a deprimirte, a enfermarte y a ser tan imperfecto como eres; nadie puede juzgar tu nivel de consciencia o espiritualidad por tus emociones o reacciones, al contrario, mientras más te permites sentir lo que sientes sin juzgarlo, más te vas acercando a la consciencia del amor que todo lo es y todo lo permite.
• Las personas espirituales no deben de cobrar o lucrar con lo que hacen
¡Esta me encanta! La mayoría de las personas creen que quienes se dedican a la sanación, al desarrollo de la consciencia o cualquier tema metafísico o esotérico, nacieron con la vida resuelta y millones en el banco, o bien, con un don ya desarrollado y tan especial, tan espiritual, que su misión es morir de hambre sanando al mundo.
Cada vez que anuncio alguno de mis cursos o talleres, siempre aparece algún negativista que me dice: “qué pena que tengas que lucrar, con Dios no se lucra. Jesús no cobraba por sanar a los enfermos”.
En otro blog hablo sobre mi definición de la abundancia, pero para darte herramientas para lidiar con estos comentarios, ahí te va: Ser abundante significa tener mucho de Dios (de todo lo que Dios es en ti). Si ser espiritual significa ser consciente de la presencia de Dios en ti, entonces, mientras mientras más consciente eres de Dios (mientras más espiritual eres), más tienes de Dios y, en consecuencia, más abundante eres.
Desafortunadamente seguimos creando una consciencia colectiva que afirma que “el dinero es la raíz de todos los males”, lo que implica que las personas “buenas” no pueden o no deben tener dinero (y menos en cantidades absurdas como las que tú y yo queremos tener), y que todos los ricos son “malos”.
No es que se lucre con la espiritualidad, es que cuando eres consciente de la presencia de Dios en todo lo que eres y lo que te rodea, no hay manera de no percibir y recibir abundancia a donde quiera que vayas.
• La gente espiritual viene a sanar o salvar al mundo
Falso, falsísimo. La gente “espiritual” viene a sanarse y salvarse a sí misma, de sí misma. Creer que tu misión de vida es cambiar al mundo, sanar a los enfermos, entregar un mensaje divino o cualquier cosa similar, te está alejando de la misma consciencia de Dios que estás tratando de cultivar por una simple razón: Tú eres Dios, tú eres todo lo que existe y fuera de ti no hay nada, ni siquiera el mundo que quieres salvar, ni siquiera los enfermos que quieres sanar ni los ateos a los que quieres convertir. Todo lo que ves afuera es un reflejo de lo que llevas dentro y es por dentro, es en ti y para ti, por donde el cambio, la sanación y la entrega del mensaje tienen que empezar.
Por último te quiero decir que, si algo me ha ayudado a mí a desarrollar y vivir la espiritualidad es preguntarme: “¿Qué está sucediendo en mí que se manifiesta como esta persona o situación?”, “¿Dónde es que yo estoy siendo o haciendo lo mismo que estoy juzgando o resistiendo?”
Cuéntame: ¿De qué formas vives tú la presencia del espíritu (tu personal forma de espiritualidad) en tu día a día?