Cuando me pidieron que escribiera un blog sobre la meditación para niños, me quería morir literariamente (no literalmente), por una sencilla razón: mis hijos no meditan, con trabajos puedo mantenerlos sentados a la hora de comer. ¿Cómo carambas voy a escribir un blog sobre meditación si mis hijos no cierran los ojos más que para dormir, y eso con mucho trabajo y largas horas de paciencia? Y fue ahí donde lo entendí todo…la meditación no es lo que creemos, y menos tratándose de niños.
Déjame explicarme: meditar no es sentarse en flor de loto, con los ojos cerrados mientras respiras profundo y ves luces en tu tercer ojo. Eso es para los disciplinados, los avanzados y los que hacen tiempo para ello, pero para los que son como yo (indisciplinados, rebeldes, acelerados e impacientes), hay otras formas de meditar que mis hijos me han enseñado u obligado a aprender, y de las que ni yo misma me había percatado hasta ahora que escribo esto.
Así que, para poder explicarte los beneficios de la meditación en los niños, déjame contarte 3 maneras en las que lo hago con mis hijos:
1) Cuentos
Parte de los beneficios que se busca con la meditación, es la relajación y la consciencia de la presencia divina. Cuando llega la hora de dormir, siempre llevo a mis hijos a mi cama, los acuesto junto a mí y les cuento cuentos, pero no cualquier cuento, les cuento historias de cuando yo era pequeña que les permitan conectar conmigo, que les ayude a encontrar puntos de referencia de quién soy yo y de lo que pueden tener en común conmigo. Conforme les voy contando estas historias, siempre noto que se van relajando más rápidamente que cuando les cuento otro tipo de cuentos o historias, porque aquí no tienen que razonar ni poner atención, se dejan llevar por el sonido de mi voz y por las imágenes mentales que se van formando con mis propios recuerdos.
El otro tipo de cuentos que utilizo son cuentos inventados por mí con el fin de hablarles de Dios, de los ángeles y de la parte espiritual. Les cuento que ellos eran estrellas felices que estaban en el cielo jugando, hasta que un día vieron “allá abajo”, en la Tierra, a una pareja que ellos escogieron como mami y papi, y que las estrellas decidieron venir a jugar con nosotros, a abrazarnos y a explorar la Tierra. De ese cuento tengo mil variaciones (que eran ángeles, que “papá Dios” los mandó en una misión importante, etc.), y busco inventar otras historias que hablen de sus emociones (“el niño trueno” cuando están enojados, “las gotas de lluvia de alegría” cuando están tristes, “el sol enojado” cuando su papá o yo los regañamos) y de aquellos valores que quiero cultivar en ellos (la generosidad, la empatía, el respeto).
Si tus hijos son como los míos y no los puedes tener quietos ni un segundo, esta opción de los cuentos es una gran oportunidad para conectarlos y conectarte con la parte espiritual, con el dejar ir el día y con la creatividad, la empatía y la magia que sólo los niños pueden despertar en nosotros.
2) Música
Tengo la bendición de manejar una “mamá-móvil” que mi esposo me regaló, pero lo mejor de la camioneta, en palabras de mi hijo mayor, es que tiene televisión. La ventaja de la televisión es que los mantiene tranquilos y entretenidos un rato. De unos meses para acá ha sucedido algo que me encanta: como me harté de aprenderme los diálogos y canciones de las caricaturas, yo ponía mi música en mi teléfono mientras los niños veían la tele, y en una de esas ocasiones, Paulo, el mayor (de 4 años) le dice a su hermano (de 2): “Emilio, escucha que bonita la canción”. No pasaron ni 5 segundos cuando puse la canción en la radio y ambos se quedaron en silencio absoluto escuchando la canción. Paulo me preguntaba qué canción era, cómo se llamaba y empezó a pedirme que le pusiera canciones de cuando estaba en mi panza.
Desde entonces, he estado utilizando los viajes en coche para ponerles canciones que los relajen (en particular música clásica y new age), canciones que puedan servir de fondo musical para los cuentos que les platico en las noches (les digo que son canciones, música de las esferas, de los ángeles o las hadas) y a veces, también les pongo música infantil que puedan aprenderse fácilmente, que los haga bailar, actuar y divertirse.
La meditación no tiene por qué ser seria, aburrida o en una posición estática. Cualquier cosa que te permita pasar a un estado mental y emocional de gozo, tranquilidad o sincronía con tu propio cuerpo o con el universo, puede considerarse como una forma de meditación. Si pones música en el coche, mientras les cuentas cuentos y los haces divertirse, ya mataste varios pájaros de un tiro y pasas de ser una “súper mamá o papá”, a ser una “súper mamá o papá con consciencia espiritual”.
3) Risa
La primera vez que escuché hablar de la “risoterapia” mi mundo entero se iluminó, no porque fuera a tomarla, sino porque me di cuenta de que yo misma me aplico esa clase de terapia cada vez que puedo. Me encanta reírme, sobretodo de mí misma y de cosas tontas como los “memes” o los “huevocartoons”. Es sumamente liberador y estoy convencida de que la risa tiene efectos más rápidos y contundentes que 3 horas de meditación vipassana.
Y luego, cuando nació mi primer hijo y escuché por primera vez su risa, mi mundo se volvió a iluminar (y se vuelve a iluminar cada vez que escucho reír a carcajadas a mis hijos). Si quieres que tus hijos (o tú) dejen de pensar, hazlos reír; si quieres que se relajen o quieres cansarlos, hazles cosquillas hasta que te pidan que pares (esta la aplico yo en las noches cuando no se quieren dormir); si quieres que sanen sus emociones, hazlos reír; si quieres tener hijos seguros de sí mismos y de sus padres, permite que te vean reírte de ti mismo, que te vean divertirte. Para mí, no hay nada más sanador y más hermoso que la risa de un niño, y si vemos los beneficios de la risa, te darás cuenta de que la risa es la mejor forma de meditación que hay: reír activa 430 músculos del cuerpo, refuerza el sistema inmunológico, ¡elimina grasa!, duplica la cantidad de oxígeno que entra al cuerpo, combate el estrés y mejora el funcionamiento cerebral y la socialización.
Así que, en vez de tratar de convertir a nuestros hijos en pequeños budas sentados, en vez de tratar de reprimir y controlar su intensidad y su alegría, explotemos esa intensidad al máximo, dejémoslos ser tan felices, tan libres y tan creativos, que su vida entera se convierta en un reflejo de la hermosa energía, espacio y consciencia que ellos realmente son y contagiémonos de ellos.
¿De qué formas meditas con tus hijos? ¿Qué te están enseñando tus hijos respecto a la espiritualidad que aún no has reconocido?
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